Una semana después del tiroteo en una escuela de Uvalde que conmocionó a Estados Unidos, la pequeña ciudad de Texas entierra este martes las primeras víctimas de la masacre, una de las peores de los últimos años.
Los funerales de los 19 niños y las dos maestras asesinados el 24 de mayo por disparos de Salvador Ramos, de 18 años, se extenderán hasta mediados de junio.
Una de las primeras ceremonias, a las 14H00 locales (19H00 GMT), será la de Amerie Jo Garza, una niña de gran sonrisa que acababa de celebrar su décimo aniversario cuando fue asesinada.
Esta “pequeña diva curiosa que ‘odiaba los vestidos’ y tenía un gran corazón” soñaba con volverse profesora de arte, escribió su familia en un obituario.
En la víspera, parientes y anónimos acudieron a rendirle homenaje ante su féretro en una funeraria situada justo frente a la escuela donde ocurrió la masacre.
El funeral de otra víctima, Maite Rodriguez, de 10 años, se llevará a cabo a las 19H00 locales (0H00 GMT).
La niña, que quería ser bióloga marina, era “amable, carismática, amorosa”, escribió su madre, Ana Rodriguez, el jueves en Facebook.
“Esta pesadilla horrible y sin sentido, de la que no logro despertar, destrozó absolutamente mi vida y mi corazón”, agregó.
“Hagan algo”
Más allá de la pena, los habitantes de Uvalde, como muchos estadunidenses, han expresado estos días su rabia e incomprensión ante la demora en la intervención de la policía, lo que llevó a las autoridades a pedir disculpas.
Diecinueve agentes se quedaron en el pasillo de la escuela primaria Robb sin intervenir durante casi tres cuartos de hora, mientras Salvador Ramos estaba encerrado en un aula con alumnos. La policía finalmente entró y mató al joven armado.
Este drama, como los que lo antecedieron, despertó una ola de pedidos para regular más estrictamente el acceso al armamento, en un país con más armas que habitantes y que sufre regularmente tiroteos mortales.
El presidente Joe Biden pudo escucharlos de primera mano cuando fue a la escuela de Uvalde el domingo, mientras la multitud gritaba a su paso: “¡Hagan algo!”
Ricardo García, de 47 años y quien trabajaba en el hospital de Uvalde el día del drama, contó que no logra “sacar de su cabeza el llanto de las madres a las que se les anunciaba la noticia fatal”.
“Hay que dejar de vender armas, punto”, invocó.
“Seguir presionando”
El lunes, Biden prometió “seguir presionando” por una regulación más estricta de las armas de fuego.
“No tiene sentido poder comprar algo que dispare hasta 300 balas”, agregó.
Pero pasar de las palabras a los actos será difícil. La estrecha mayoría de los demócratas en el Congreso no le permite adoptar en solitario este tipo de legislación.
Cualquier proyecto de ley sobre este asunto necesita la mayoría cualificada en el Senado, y para ello es necesario el visto bueno de los republicanos, o al menos un parte de ellos, tradicionalmente menos propensos a legislar sobre el tema.