De acuerdo con datos de la Organización Panamericana de la Salud de 2022, la crisis del coronavirus dejó cerca de tres millones de muertos en las Américas, donde se han registrado más de 163 millones de infecciones.
“A los dos años de iniciarse la pandemia, casi todos los países de la región siguen informando interrupciones en los servicios esenciales de salud…”, se lee en un informe de la OPS.
Debilidades estructurales
La pandemia del COVID-19 puso en evidencia las debilidades estructurales de los sistemas de salud en América Latina y el Caribe. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un gasto público del 6 por ciento del PIB en salud, pero en 2019 el gasto promedio en la región fue de un 3,8 por ciento. Algunos países latinoamericanos han cumplido con esta recomendación: Argentina, Costa Rica, Cuba y Uruguay han alcanzado o superado un gasto público del 6 por ciento del PIB.
Aparte del subfinanciamiento, las principales características de los sistemas de salud de América Latina son la segmentación y la fragmentación, destaca María Luisa Marinho, Oficial de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la CEPAL.
Sistemas segmentados y fragmentados
Los sistemas se organizan principalmente en tres segmentos: por un lado, está el sistema público, dirigido a la población vulnerable que puede acceder a prestaciones no contributivas. Además, existe el sistema social, que cubre a los trabajadores y sus familias. No obstante, debido a los altos niveles de informalidad laboral en la región, este representa un grupo relativamente pequeño, explica Marinho, en entrevista con DW. Por último, el sistema privado está orientado a los sectores de mayores ingresos.
Según la experta de la CEPAL, la segmentación genera problemas de solidaridad y desigualdad. Asimismo, compromete el acceso universal a la salud, así como la calidad de los servicios.
La fragmentación se refiere a la falta de organización y coordinación entre los distintos niveles de los servicios de salud.