CIUDAD DE MÉXICO.- “Si Frank Herbert estuviera vivo, le pediría permiso de hacer Duna”, responde Denis Villeneuve.
Adaptar la aclamada novela de ciencia ficción fue, para el realizador (La Llegada, Blade Runner 2049), una experiencia casi religiosa. Y siendo honesto, habría preferido contar para ello con la venia del padre del desértico Arrakis.
Al igual que millones de lectores, la mente adolescente de Villeneuve se obsesionó con el calor brutal del planeta descrito por Herbert en 1965. Se asombró con los colosales gusanos de arena, sufrió con el oprimido pueblo fremen y su anhelo por agua, y vibró con las intrigas intestinas de un imperio galáctico miles de años en el futuro.
Su devoción contrasta con lo que dijo Alejandro Jodorowsky sobre su febril intento en los 70 de filmar el libro, sin mucha fidelidad.
“Estaba violando a Frank Herbert”, se le escucha en el documental Jodorowsky’s Dune.
“Los herederos de Herbert, los guardianes de su visión, colaboraron conmigo”, replica Villeneuve en un encuentro virtual con medios.
“Era para ellos importante que yo respetara las reglas del mundo establecido por Frank. Pero yo iba a respetar la obra, de cualquier manera”, subraya.
Realizada con 160 millones de dólares en foros de Hungría y el desierto de Jordania y Abu Dhabi, Duna tiene un elenco que deslumbra: Timothée Chalamet, Zendaya, Javier Bardem, Oscar Isaac, Rebecca Ferguson, Jason Momoa, Josh Brolin.
Pero a pesar de su espectacularidad, no se trata de un blockbuster típico. De dos horas y media de duración, tiene un ritmo contemplativo, introspectivo y sosegado.
El realizador usó sólo lo necesario las pantallas verdes para efectos digitales, y se regodeó en la contundencia inmersiva del minimalismo. Cine autoral… a gran escala.
“Al tratarse de Denis, Duna se sentía por momentos como una película de arte, y por otros, como El Señor de los Anillos”, dice Chalamet, quien encarna a Paul Atreides, el protagonista de la historia.
“Denis se acercaba y nos pedía ideas, nos dejaba experimentar, sin la presión del tiempo o del dinero. Sólo por el arte, buscando una interpretación genuina”, completa Bardem, quien da vida a Stilgar, un líder de los fremen
Por orden imperial, los tiránicos Harkkonen ceden a los Atreides la custodia de Arrakis, el único planeta con “melange”, base de la economía galáctica. Aunque sospecha que el regalo está envenenado, Leto Atreides (Isaac) acepta. El fin de su Casa se avecina.
Su hijo, Paul, y su concubina, Jessica (Ferguson), miembro de la orden Bene Gesserit, harán una peligrosa travesía por el hostil desierto cuando se desate un baño de sangre. Visiones indican que el joven podría ser el mesías que ayudará a la emancipación fremen.
Suerte de Lawrence de Arabia galáctico, Paul es, además, la posible culminación de un antiquísimo plan de manipulación genética que busca la iluminación. Los simbolismos y mensajes de Duna son innumerables.
“Es una historia escrita por un tipo que fumó mucha mariguana, viajó mucho con LSD y leyó a Maquiavelo”, describe el actor Stellan Skarsgard, intérprete del brutal Barón Harkkonnen, el antagonista.
“Habla sobre religión, sobre paternidad y maternidad, sobre ser hijo, sobre el amor, la política, el colonialismo y cómo dependemos de la naturaleza, pero la destruimos. Todo es relevante hoy”.
Villeneuve era tan joven como Paul cuando vio la primera adaptación de “Dune” a la pantalla: la criticada versión de David Lynch, de 1984. Con su Duna, está satisfecho. Hizo lo que su corazón le pedía.
“El libro es una obra maestra. La única manera de lidiar con él es mantenerte fiel a su espíritu. Cuando permaneces en la fuente, es más fácil no equivocarte”, opina.
Agencia Reforma