En el laboratorio de Johannesburgo que detectó por primera vez Ómicron, la variante del coronavirus que desató el pánico mundial, los accesos están estrictamente limitados y cada día se analizan 18 mil test PCR.
Con túnica blanca y mascarilla, Eftyxia Vardas lidera a un ejército de laboratoristas, bioquímicos y colegas virólogos en una de las más grandes estructuras de los laboratorios privados Lancet.
Esta reputada viróloga clínica, que ha trabajado durante las últimas dos décadas sobre las epidemias de tuberculosis y sida, fue la primera en haber detectado, junto a su equipo, la existencia de la nueva variante de covid-19. Todo empezó con algunos tests de PCR.
A comienzos de noviembre, 22 pruebas positivas, en su mayoría de la capital administrativa, Pretoria, son centro de todas las conversaciones en el laboratorio, puesto que lo que muestran es muy poco corriente.
Las pruebas de PCR ampliamente utilizadas para detectar casos de coronavirus están dirigidas a tres genes. No obstante, un mes atrás, los científicos se sorprendieron al no haber detectado a uno de éstos, el S, en los resultados positivos.
En laboratorio, trabajo día y noche para secuenciación de Ómicron
Hasta aquel momento eran cuatro las variantes que inquietaban: Delta, que tras su aparición representa casi todos los casos secuenciados en el mundo, Alfa, Beta y Gama.
El equipo científico intentó no precipitarse. Les llevó una semana acumular una cantidad suficiente de muestras que presentasen tal anomalía. Y otra semana, en la cual el laboratorio funcionó día y noche, para realizar la secuenciación.
Ésta se trata de un proceso largo y costoso que permite descifrar el genoma de un virus presente en el organismo.
Agencias