Disfrutan manifestantes del lujo del palacio en Sri Lanka

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COLOMBO, Sri Lanka.- Algunos de los miles de manifestantes que irrumpieron en el palacio presidencial de Sri Lanka el sábado esperan ahora su turno para sentarse en la silla del Presidente y sacarse una foto, mientras que en la planta baja niños y padres aprovechan el momento para tocar el piano de cola.

El palacio presidencial, que data de la era colonial, simboliza la autoridad del Estado desde hace más de 200 años, pero el domingo, tras la huida de su ocupante, se instaló en él “el poder del pueblo”.

En el imponente parque “Gordon Gardens”, familias enteras están de pícnic, junto a monjes budistas con sus vestidos tradicionales naranja. Otras descansan en los 35 escalones que llevan al interior del edificio.

Algunos voluntarios ofrecen comida tanto a los manifestantes como a las fuerzas de seguridad.

En el interior del palacio, los manifestantes se asombran con el aire acondicionado y los suelos de mármol.

“Cuando los dirigentes viven con tanto lujo, no tienen ni idea de cómo se las arreglan los plebeyos”, dice el monje Sri Sumeda, tras recorrer 50 kilómetros para visitar el palacio por primera vez.

“Esto muestra lo que se puede hacer cuando la gente decide ejercer su poder”, añade sobre la toma del palacio.

Sri Lanka lleva meses soportando la escasez de alimentos básicos, medicamentos, cortes de luz y una inflación desatada, después de que el país agotara sus reservas de divisas que son necesarias para las importaciones.

Manifestaciones piden desde hace meses la renuncia del Presidente, cuyo poderoso clan familiar domina la vida política del país desde hace décadas.

Gotabaya Rajapaksa, de 73 años, huyó el sábado por una puerta trasera del palacio, ayudado por los militares.

Algunos minutos después, una muchedumbre de manifestantes irrumpió en el palacio, desafiando las fuerzas de seguridad, armadas con munición real, gases lacrimógenos y cañones de agua.

Fiesta entre obras de arte y lujo

 Pero el domingo, algunos guardias presidenciales fuertemente armados se mezclaban con los nuevos visitantes e incluso posaban para hacerse selfis con ellos.

  Algunas familias se apresuraban a sacar fotos de las obras de arte y de los objetos decorativos.

 “No dañen los cuadros, no los pintó Gotabaya”, rezan carteles escritos a mano por estudiantes activistas, al frente de la protesta comúnmente denominada “Aragalaya” (la lucha).

Poco después de haber irrumpido en el palacio, muchos se zambulleron en la piscina presidencial para refrescarse. El domingo, pocos se aventuraban en el agua, ahora turbia.

Buddhika Gunatillaka, de 46 años, llegó en moto de un suburbio de Colombo para descubrir el lugar.

“Usé gasolina que había ahorrado para hacer el viaje con mi esposa, porque ya no tendremos la oportunidad de visitar la principal residencia de Sri Lanka”, dice.

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Prometen quedarse en el palacio

Dos cañones de agua de la Policía yacen abandonados en el corto tramo de carretera que lleva al palacio. Las balas, disparadas por la Policía para disuadir a los manifestantes, han dejado agujeros en un muro perimetral.

En las oficinas de la residencia, los manifestantes instalaron una biblioteca improvisada en la entrada principal.

El responsable de los libros, Supun Jayaweera, de 33 años, dice que se han reunido unos 8 mil ejemplares de literatura general en cingalés, tamil e inglés, todos ellos donados.

“He estado yendo al campamento de los manifestantes todos los días y no pararé hasta que Gotabaya se vaya de verdad”, dice Chamari Wickremasinghe, de 49 años.

“No vamos a salir de aquí”, añade.

“La promesa de salida del 13 de julio no es suficiente. Tiene que irse ahora”, señala.

Según el presidente del Parlamento, el Mandatario “dijo que presentaría su renuncia el 13 de julio” para “garantizar una transición pacífica.

Agencia Reforma

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