Era un sueño imposible, patinar en hielo siendo mexicano

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El miedo es la sustancia y probablemente lo mejor de uno mismo, escribió Franz Kafka en uno de sus cuentos y Ricardo Olavarrieta (Ciudad de México, 1970) supo conducir su miedo hasta convertirlo en la realización de un sueño que parecía imposible.

Fue el primer patinador artístico mexicano en participar en unos Juegos Olímpicos de Invierno en Calgary ‘88 además de repetir la hazaña en Albertville ‘92.

No es difícil hacer que Ricardo Olavarrieta confiese sus pasiones, todas tienen que ver con el patinaje, es como si viviera todo el tiempo en un palacio del hielo.

Hijo único de un gerente de ventas de juguetes y de una gerente de compras de ropa para caballeros, Olavarrieta pidió unos patines de hielo cuando no existían las pistas todavía en la ciudad, “así que andaba con mis patines dentro de la casa, era mi forma de imaginar que estaba en el hielo y de alguna manera, un entrenamiento”.

Pero pronto, el destino le pondría su obsesión en una cercanía perentoria. Dadas las circunstancias, los mismos gerentes que llevaron el espectáculo a la Arena México, abrieron la pista de hielo de Lomas Verdes, en el Estado de México.

Fue en 1981, lo que sería la primera academia en América Latina de patinaje artístico. El conocimiento en aquellos años era más de entusiasmo que de técnica pero atrapaba por el glamur del deporte”.

Ricardo Olavarrieta aprendió por empirismo y copiando algunos movimientos, “de repente en la televisión sacaban cinco segundos de patinaje y trataba de copiar los movimientos”. Además, unos familiares en Canadá le enviaron en formato Beta un video con espectáculo sobre hielo, Strawberry On Ice que ponía cientos de veces hasta memorizar los saltos.

Luego íbamos varios papás e hijos en auto hasta Houston o Austin a comprar cuchillas, botas y accesorios y los probamos en la pista de patinaje de ahí”.

En una de esas pistas, Randy Winship, examinador del Ice Skating Institute of América observa a Olavarrieta y a dos chicas más y les propone hacer pruebas. Así comenzaría el camino a Olímpicos de Invierno.

Cuando vi los Juegos de Sarajevo 1984 jugaba en casa a que era un patinador artístico, tenía 13 años y fue también a esa edad cuando aterricé por primera vez un doble axel en hielo, gracias a las enseñanzas de un maestro de danza y la campeona olímpica Katarina Witt ganó por hacer un doble axel”.

A los 17 años, Ricardo Olavarrieta fue el abanderado en los Juegos de Calgary y él sabía que no competía por la medalla, sino porque toda su historia desembocaba en ese momento. Era el representante de un deporte sin tradición en México y sin apenas estructura.

El patinaje es un arte, no se compite contra otros, sino con uno mismo. En ese momento lo que menos se debe sentir es presión, aunque exista”.

Ahora con sinceridad, cuenta que muchas cosas de Calgary las tiene borradas, sólo tiene fija en su memoria, detalle a detalle, su rutina.

No me acuerdo ni de cuando entré a la pista, sólo cuando sonó mi música porque estaba en una burbuja mental, es más, hasta me tropecé porque la pista era perfecta, de esas no había en México y apenas te movías te deslizabas, entonces me verán tratando de frenarme”.

Los jueces a su consideración, fueron benévolos. Olavarrieta no quedó entre los primeros 24 competidores “pero me divertí y me la pasé muy bien”.

En los siguientes Juegos de Albertville 1992 llegó con madurez, pero mecanizado por una instructora canadiense, “se supone que estaría mejor, pero no me gustó mi rutina, ni la música ni el entorno y me fui frustrado porque sentí que decepcioné a mi entrenadora y a mí mismo por no dar lo que podía”, relata Olavarrieta.

Agencias

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