lunes, julio 21, 2025
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    Madonna decide mirar atrás

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    Durante 40 años, la evolución, la rebelión y la resistencia han sido las señas de identidad de Madonna, pero el impulso hacia adelante es su fuerza vital. Ha sido el principal tiburón de la música pop, operando casi en perpetuo movimiento: ¿Por qué iba a pararse a descansar o a mirar atrás y arriesgarse a perder oxígeno?

    Por eso es comprensible que la “Celebration Tour”, su primera gira dedicada a los éxitos en lugar de a un nuevo álbum, tenga toques tanto de desafío como de reticencia. La retrospectiva comenzó su etapa norteamericana en el Barclays Center de Brooklyn el miércoles por la noche con todos los adornos clásicos de un espectáculo de Madonna. Pero, a diferencia de sus 11 giras anteriores de esta envergadura, ésta estuvo plagada de fantasmas, algunos invitados y otros que se colaron en la fiesta.

    La lista de canciones comenzó con un momento de nacimiento -no el comienzo de la carrera de Madonna, sino la llegada de su primer hijo- a través de “Nothing Really Matters”, una canción de su álbum de 1998, “Ray of Light”, sobre cómo la paternidad reorganiza las prioridades. El anacronismo le sentó de maravilla: Si Celebration cuenta la historia de su vida, su arco argumental está animado por la experiencia de perder a su madre y convertirse ella misma en una. “Nunca olvides de dónde vienes”, le dijo a una bailarina que hacía las veces de avatar de su yo más joven, a la que luego dio un abrazo maternal.

    Madonna está de vuelta

    Ataviada con un corsé verde azulado, una minifalda negra y una chaqueta adornada con cadenas, Madonna, de 65 años, evocó parte de la arenosa energía de la escena del centro de la ciudad de finales de los setenta, donde encontró por primera vez espíritus creativos afines. Fue un alivio estar de vuelta, dijo con un aluvión de palabrotas, mientras se enfundaba una guitarra eléctrica para una versión llena de acordes de “I Love New York” mezclada con “Burning Up”. Fotos antiguas del CBGB, donde actuó en uno de sus primeros conciertos, se iluminaron en la pantalla detrás de ella.

    El júbilo pronto se vio atenuado por la devastación: La comunidad de artistas que dio cobijo a Madonna fue diezmada por el sida, y ella presentó “Live to Tell” como un poderoso homenaje. Las pantallas suspendidas alrededor del escenario, que se extendía casi a lo largo de la pista en una serie de pasarelas, mostraban al principio rostros individuales. A continuación, las imágenes se multiplicaron, mostrando la magnitud de la epidemia. Había demasiadas historias que contar.

    Durante más de dos horas, Madonna se resistió a las vías más sencillas para representar su propia historia. El número más espectacular del espectáculo fue “Like a Prayer”, que cantó sobre un espectacular carrusel giratorio en el que bailaban bailarines sin camiseta en poses que imitaban la crucifixión de Cristo. El bajo propulsor de la remezcla aportó tensión, y un rápido corte con “Unholy”, de Sam Smith y Kim Petras, subrayó la perdurable influencia del tema original.

    La factura del tiempo

    Madonna nunca antes se había entregado a la nostalgia, y en este concierto quedó claro por qué. En los años 80 cambió las expectativas de lo que podía conseguir una carrera pop. En los 90, probó hasta qué punto podía expresar explícitamente sus deseos. En los 2000, encontró una nueva libertad en la pista de baile. En la década de 2010, introdujo nuevas voces en su órbita. Pero en una gira que celebra el pasado, es imposible ignorar el paso del tiempo. Ahora hay menos futuro ante Madonna y no está claro cómo lo afrontará.

    Hasta hace poco, su innovadora carrera era una demostración de fuerza física aparentemente imposible. Pero hacia el final de los espectáculos teatrales de 2020 en apoyo de su último álbum de estudio, “Madame X”, las graves lesiones le pasaron factura. El otrora inagotable cuerpo de Madonna le falló pocos días antes del inicio de la gira “Celebration Tour”, prevista para julio, y fue hospitalizada por una infección.

    En el Barclays, dejó que sus bailarines hicieran gran parte del trabajo pesado, aunque ella siguió encargándose de la coreografía -la mayoría de las veces con tacones- durante la mayor parte del espectáculo. A veces, saltando por la pasarela con su melena rubia volando por detrás, parecía la despreocupada advenediza que puso patas arriba el mundo del pop. Otras veces, un pelo por detrás del ritmo, parecía una veterana del escenario que ha soportado décadas de duro trabajo físico.

    Agencias.

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