Con el triunfo inobjetable, hace un año, Andrés Manuel López Obrador comenzó a gobernar. “…ahora vamos a transformar a México”, anunció hace 365 días desde el Zócalo de la Ciudad de México. Imprimió a la vida nacional un sello jamás visto en la época moderna de México y desde entonces no ha dejado de hacer cambios en aras de liquidar lo que para él es “sinónimo de corrupción, de robo: el neoliberalismo”.
En este año, siete meses formales de gobierno, López Obrador inauguró una nueva forma de hacer política; la conferencia mañanera en Palacio Nacional abre y cierra la agenda en el país; la figura presidencial, lerda en los últimos cuatro sexenios resurgió.
Con él al frente, la administración pública tiene una dinámica compacta e instituciones con nombres distintos:
Secretaria del Bienestar, por Desarrollo Social; Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, por la de Agricultura, Ganadería Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; Diconsa y Liconsa, por Seguridad Alimentaria Mexicana; Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por Consejo de Humanidades, Ciencia y Tecnología; Banco del Bienestar del Pueblo por Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros; Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, por Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas; Centro Nacional de Inteligencia por Centro de Investigación y Seguridad Nacional; Servicio de Administración y Enajenación de Bienes por el propuesto Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado.
La figura presidencial restauró la hegemonía de un partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido que López Obrador fundó en 2014. Emergió con ello una nueva clase política, aunque a la zaga de él, discreta. Y nulificó así el cogobierno PRI-PAN-PRD de las últimas administraciones.
Los programas sociales, eje del gobierno lopezobradorista, se multiplicaron: para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores; de Crédito Ganadero a la Palabra; Tandas para el Bienestar; Sembrando Vida; Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez; Beca para el Bienestar de las Familias; de Mejoramiento Urbano y Vivienda; Beca Universal; Jóvenes Escribiendo el Futuro y Jóvenes Construyendo el Futuro.
Bajó 40% el monto del salario presidencial, recibe 108 mil pesos mensuales; decretó que ningún funcionario puede ganar más de lo que el jefe del Ejecutivo devenga.
Decretó la Ley Federal de Austeridad Republicana del Estado, que puso fin a privilegios para la alta burocracia como seguros de vida privados, de gastos médicos, vehículos, escoltas, viajes, creación de fideicomisos, uso de aeronaves, hospedaje, alimentos, publicidad del gobierno, gastos todos que fueron criticados en el pasado.
En el tema de austeridad, el Presidente de México ha organizado y publicitado varias ventas de garage, de bienes, muebles e inmuebles que estaban en poder del Estado, por distintas índoles, principalmente decomisos por distintos delitos.
También cambió las reglas para las compras que hace el gobierno. La más significativa fue la de los medicamentos, con el objetivo doble de ahorrar y evitar la corrupción, que, asegura, se daba en la compra de medicinas en distintas dependencias.