Internacional.- Ivette Rossano, chihuahuense que salió de su tierra hace 17 años, cuenta los días desde que inició la invasión de Rusia a Ucrania. “Es el día 19 de invasión”, dice mientras recuerda cómo inició todo para ella.
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El martes pasado arribó a esta ciudad acompañada de su esposo, su hijo y una cuñada, todos ellos ucranianos luego de huir de la guerra, y con la esperanza de regresar algún día que se arreglen los conflictos entre ambos países.
Ivette hace una recapitulación de los 19 días que han pasado, y la experiencia que le han dejado las explosiones de misiles, sentirse asediada por otro país y tener que abandonar todo lo que representaba su vida.
“Eran las 5:10 de la mañana; estábamos dormidos cuando comenzaron a escucharse los ataques cerca. La embajada se comunicó a las 6:24 am, dijeron que tan pronto lo autorizaran y fuera seguro, nos estarían llevando a Ivano-Frankivsk y posteriormente a Rumania”, recuerda.
Para ella la situación era algo “completamente nuevo”. “Yo soy mexicana y aunque tenemos algunos conflictos con los cárteles, mentiría si dijera que no tengo miedo”. El primer día del ataque, desde la ventana de su departamento alcanzó a ver a varios vecinos que caminan con las maletas por la calle.
“Cuando ya fue ‘seguro’ salir de la ciudad, nos organizamos con otros mexicanos y formamos una mini caravana de cuatro vehículos para salir de Ucrania por la frontera por Rumania”. Ya en el quinto día de los ataques, dice que nunca les faltó comida ni agua.
“El ataque a Ucrania me cambió la vida. Esta mañana (ayer) me desperté con la noticia que justo en la calle en la que vivían unos amigos cayó un misil, y hace como 30 ó 40 minutos cayó otra bomba cerca del edificio en el que vivíamos nosotros”, narra.
Lo más difícil, dice, fue pensar en la separación de su familia y de cómo iba a enfrentar el futuro sin su esposo. “Lo más duro fue que mi esposo no pudiera salir de Ucrania”. El presidente promulgó un decreto para que todos los hombres se enlistaran al Ejército.
“¿Cómo hubiera sido mi vida con él allá y yo con su hijo en México?”, se pregunta para luego responderse ella misma. “Para mí hubiera sido sumamente complicado, yo hablo muy poco inglés, él no habla español. Y no saber si es la última vez que verás a tu esposo… es triste y complicado a la vez”, menciona.
Al final, lo que le deja de experiencia la guerra, es valorar lo que realmente importa: la familia, dice. “Aprendes a valorar tu vida, lo demás eventualmente lo puedes volver a generar”.
Agencias