Desde que Eugene Debs hizo campaña desde una celda de prisión hace más de un siglo, en Estados Unidos no se había visto lo que está sucediendo: un candidato importante que ha sido condenado por delitos graves contiende a la presidencia. Y nunca antes ese candidato había sido alguien con posibilidades reales de ganar.
Un jurado de Manhattan condenó el jueves al expresidente Donald Trump por falsificar registros comerciales para encubrir un pago de dinero para silenciar a una estrella del porno. Ha sido acusado de decenas de otros delitos graves en tres casos más: dos federales y uno en Georgia.
Por ahora, no enfrenta restricciones formales de campaña, y sigue siendo muy competitivo en las encuestas. Pero su sentencia por las condenas de Nueva York se aproxima, puesto que está prevista para el 11 de julio, mientras los otros casos se siguen desarrollando, y la Constitución y la legislación estadounidense solo tienen respuestas claras para algunas de las preguntas que se han planteado y que pueden seguir surgiendo.
Otras llevarían al país por un territorio totalmente desconocido y las decisiones más importantes quedarían en manos de jueces federales.
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